La poesía de los Figueroa (IV)

Para esta semana, mis estimados amigos, les presento la IV parte de la poesía de Los Figueroa que, como ya lo he referido en las anteriores ediciones, son los poemas de mi hermano Orlando y sus dos hijas, Estefanía y Lorena y, por supuesto, mi poesía.
Espero que disfruten de esta entrada.

Noche de luna llena

TRAGEDIA INCONCLUSA

Oh… noche de ausente luna
gélida como el hálito de la muerte
testiga de la mente aquélla
que urdió la desgracia venidera
fraguada desde oscuros tiempos.

Oh...pérfida saeta mensajera de las sombras,
como salidas de la nada por oscuros pasadizos
aparecieron aquéllas caravanas de la muerte
con cañones que disparaban las blasfemias
que cruzaron los aires para cortar los hilos de las parcas.

Sobre aquél poblado perdido en la nada se tejió la tragedia:
hombres, mujeres y niños lloraban de dolor y miedo,
trémulos y huidizos pasos quebraron la hojarasca,
gotas de sangre y lágrimas del alma
marcaron la huella del sendero del no retorno.

La dama oscura como testigo muda 
marchó con ellos de la mano
y los entregó a la mano de la dama blanca
que con su quinqué les alumbró el sendero
que deberían seguir por un tiempo incierto.

Una última mirada a aquél lugar perdido
donde quedaron sepultados sus años,sus recuerdos,
su identidad, sus ilusiones, su orgullo, sus lágrimas, los suyos
y como doliente procesión perdiéndose en el horizonte de caminos
polvorientos
marcharán como almas trashumantes, en busca de un futuro incierto.

Orlando Figueroa Velásquez

©

Fotografía de Vadim Stein

Reflexiones bajo la luna

Yo cabalgo sobre las herraduras de la mordedura

sobre prados ígneos de tardes afiebradas

en jardines de cobras y manzanas aterciopeladas

en el punto álgido de mi locura

-levantaré una escalera al cielo-

 “Serás hombre y dios”

“Esclavo y maestro”

“Caminarás al final entre los vivos y los muertos”

 Soy jinete sin caballo en reflexiones de otoño

donde las hojas caen como plomo en prados que lamentan

a la sombra de la luna y de una increíble tormenta

en la cumbre de los siglos

-desafiaré con acero al cielo-

 “Mira estos ojos que sangran al mirar la luna llena”

“¿Qué vez esta noche en los lunares de mi alma?”

“Veo el viento de colinas lejanas en una fría mañana”

“Bajo el susurro del brillo moribundo de las estrellas y las almas”

 Soy momento y tiempo

La mano del verano se apoya en mi cabeza

donde las rosas hacen su nido y los caballos sus alas despliegan

ala sombra de esta espada

-vagabundo soy en el desierto-

 “Serás luna y sol”

“Amo y marioneta”

“Venderá los corceles solitarios por la plata de las estrellas”

 Yo cabalgo sobre las mordeduras de sus manos en la nieve

sobre canciones austeras de aullidos y llamadas

en pabellones de auroras y espectrales llamaradas

en la gloria y la vergüenza

-cantaré entre extraños velos-

Estefanía Figueroa Buitrago

©

Fotografía de James Houston

Rememorando –Conociendo- Expiando

Entre la entereza de una pasión desbordante
y ante la fragilidad enfermiza de mis viejas retentivas,
mis lágrimas afloran sutiles
como el delirante susurro que surgió de tu boca
al arrullar la beligerancia de mis más intrínsecas memorias.

 Por ahora, mi mente se devuelve
al desequilibrio de mis manos, sórdidas,
para acoger el bienamado gozo
que nació un día en la cuna de sus surcos.

 Por ahora, mis labios se secan tristes

a causa de la falta de los tuyos

y aún nada mitiga el cariño que te tuve

entre el correr de los tiempos

y la danza de los rápidos relojes.

 Sin embargo,

las luces que destellan entre las masas son pocas,

y la opacidad del hombre las ahoga tal plaga cruenta

sufrida por el mundo desde su húmedo capullo.

 He pedido al polvo estelar

su colaboración sumisa en mis tareas

y la única forma en que contemplo mi cielo

es sumergido en el más profundo fango.

 Soy de nuevo un ser con las alas del pasado

el cual se esfuma en el recuerdo,

mas deseo junto a mí tu compañía

navegando nuevamente entre el mosto de mis campos.

 He de tomar tu mano exangüe

y conducirte silencioso

al baúl de mis tinieblas

o a los designios de mi conciencia febril

que no olvida la pureza de la infancia.

 Somos y seremos siempre,

en el lecho de los hechos,

dos niños corriendo libres

bajo la luz de los astros maldicientes.

 En ese tiempo,

nada nos impide ser insulsos,

nada nos impide ser herejes,

nada nos impide ser felices.

 Y al llegar a la cima

al ritmo de tu ondulante capa blanca,

grita mi nombre para que reverbere

y se entierre histórico

en el verdor de mis paisajes.

 Durante ese lapso,

donde fuiste mi joven amante

robamos lúcida armonía

de tazas de dulce miel dorada.

 Bastaba ¡Oh sí! solo bastaba

un testigo luminiscente

para consagrar la euforia mía

por estampar tus rojos labios.

 Y la misma luna que nos vio crecer juntos

mirará callada nuestras futuras tumbas anchas.

 Ninguna sociedad se compara a nuestros lazos de salvajismo.

 ¡Ah! Pero los hombres arrebatan

y estoy obligado a narrar historias

en vez de contar crónicas

transcurridas con vehemencia.

 ¿Qué guarda tu pecho que hoy no mira?

 Juntos, deliramos en diversos hemisferios,

tus dedos aún se pasean por esquelas

y mis dedos se sumergen en el vino.

 El Dolor no nos visita en siglos.

Pero el Deber nos separa en fortalezas.

 Y la adultez de mis propósitos no es soluble con los tuyos.

 Mas si tu fantasma me atormenta

y convierte mi infierno en paraíso,

juro, que en mi borrascoso sepulcro

abrazaré tus manos

y besaré tus pétalos nocturnos.

 Pues en medio de los besos hay fantasía,

en medio de los abrazos hay cariño,

y en medio de los adióses hay demonios.

Lorena Figueroa B.

©

Parque Rada de El Cerrito (Valle) - Foto El País

Volar, volar, volar muy alto

Volar, volar, volar muy alto,
más allá de lo posible,
extender las alas de la imaginación,
sentirse libre, buscar el infinito
y trascender.

 Volar, volar, volar muy alto,

más allá de la rutina,

lejos de la desesperanza,

volar para nacer de nuevo,

decantar historias

y ser juglar en pueblos olvidados.

Volar, volar, volar muy alto,

resolver entuertos,

derribar murallas,

eliminar fronteras,

ser poeta y ser poema,

una aurora boreal escandinava.

Volar, volar, volar muy alto,

volar hacia la frontera de la concordia,

abrazar amigos,

reír y llorar con ellos,

brindar por los años idos,

beber el vino por los que vendrán.

Volar, volar, volar muy alto,

abrir las alas para volar

hasta tu encuentro,

celebrar la dulce caricia de tu beso,

la fiesta de las olas en la mar,

y una noche de luna llena

en el parque Rada de El Cerrito.

Gustavo Figueroa Velásquez

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