Atardecer en Plintsberg, Suecia. Fotografía de Gustavo Figueroa Velásquez

Atardecer en Plintsberg, Suecia. Fotografía de Gustavo Figueroa Velásquez
Atardecer en Plintsberg, Suecia. Fotografía de Gustavo Figueroa Velásquez


Cada semana dejo mis poemas como una forma de establecer un diálogo abierto y de puro sentimiento con todos ustedes que me leen y me estimulan a continuar en esta aventura de hacer cultura. Cada visita, cada palabra de ustedes es un paso más hacia la cima del hombre nuevo, el hombre sabio.

sábado, 15 de noviembre de 2014

La soledad del poeta

Queridos amigos, esta semana quiero compartirles una pequeña historia que escribí hace unos días en la que, como es costumbre, podrán leer mi poema de la semana que forma parte de este relato.

Espero que les guste y desde Contrastes les deseo una estupenda semana.

Pintura del artista colombiano Pedro Ruiz

La soledad del poeta

De pronto, como un trazo fuerte y decidido del pincel sobre el lienzo, una sombra profundamente oscura,  se fue extendiendo desde el horizonte más lejano del alma de un poeta hasta convertirse en un sentimiento desgarrado por la insolente e insoportable soledad que se impone uno mismo. Allí, en su habitación de paredes desnudas, solo ante el mundo y ante sus propias debilidades humanas, fijó sus ojos en un punto intransigente de la nada. Pasaron los minutos, largos y lentos,  como en una proyección de sus días más remotos de la infancia y los instantes más tangibles de su presente quimérico.  Afuera la vida discurría en su rutina cotidiana haciendo malabares entre la opulencia de unos pocos y los sueños fracasados de las mayorías; también, afuera,  muchos tenían los ojos puestos en un punto intransigente de la nada. Para el poeta, lacerado por su versos, crucificado por sus sonetos y agredido por el hambre y un terrible desamor, la rutina no era más que un arco iris de grises muy fríos,  negros profundos, y rojos destilando sangre; era una llovizna espesa de sentimientos hechos lágrimas o un ligero grito ahogado en la garganta para no despertar al mundo más allá de su ventana.  ¡Él era consciente de eso, sensible a eso!
Esos largos minutos ardían en sus ojos, eran como el dolor de los cuerpos arrojados a la hoguera por la temible inquisición. Una angustia tenaz se apoderó de él y, de pronto, abriendo los ojos desmesuradamente, sintió la necesidad de respirar todo el aire que había olvidado llevar a sus pulmones y lo hizo al mismo tiempo que, casi desmadejado,  se abalanzaba sobre una hoja de papel en blanco y tomando un lápiz dejó escapar unas lágrimas de su alma, el dolor lo consumía y el mundo perdía su color...
El poeta dejó que su mano dibujara unas letras que tenían la fluidez de una cascada en su caída vertiginosa y el sentimiento de todos los fracasos como un cúmulo maldito de sus años de soñador con los pies más allá de la mismísima tierra. El poeta escribió:

He dibujado un trozo de mi vida
torturado en la cruz de la ilusión,
en el tormento de un beso en el olvido,
en el desangre de las horas que jamás viví.
Me he permitido el viaje de las sombras,
desteñir el arco iris después de la lluvia,
postergar el amor necesitado de pasión,
acumular tormentas seculares,
beber la sangre de las heridas terrenales.
He plegado las alas para burlar el viento,
he soslayado el rostro de la felicidad,
me he abatido en el largo invierno de tu ausencia,
he quedado mudo en el umbral de las palabras.
He intentado detener el alud de las blasfemias,
he sido roca dura castigada por las olas,
un mortal cruzando la esquina de los dogmas,
el fuego eterno devorándose a si mismo.

El fuego eterno devorándose a sí mismo...sí, ese fuego eterno le acompañó siempre, le quemó las entrañas y le hizo arrojar por la boca las porquerías del mundo que sus ojos sensibles habían visto; el poeta, con los ojos sin brillo, se fue doblando hasta que su cuerpo estremeció la dureza del  piso de esa habitación de paredes blancas con olor a clínica psiquiátrica; no hubo poesía en ese acto bárbaro en donde la vida deja de ser primavera para escapar de la pobreza de la carne. ¡Tal vez , poeta, después de la muerte tus versos te lleven a la eternidad!

Gustavo Figueroa Velásquez
©
Horacio Guarany - Memorias de una vieja canción

16 comentarios:

  1. No sé si estoy especialmente sensible, pero este texto tuyo, junto con el poema, me han calado de una manera especial. Y es que nos dejamos la vida en pos de la belleza, hacemos voto de soledad para hallar un verso, una frase, un párrafo... Se nos va la vida en la consecución de un sueño que, las más de las veces, no se cumple.

    "Me he permitido el viaje de las sombras",
    he conocido el miedo, la barbarie y el demonio.
    He corrido hacia mi destino, ávido de gloria,
    y mi destino me ha tragado con fauces insospechadas.

    Impresionante, Gustavo. Todos albergamos dentro algo similar, pero quizá no es solo por un destino de letras. Me temo que venir a este mundo es apostar por la desgracia interna, nos dediquemos a lo que nos dediquemos.

    Un grandísimo abrazo.

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    1. Mi estimada Isabel:

      Me gusta mucho tu reflexión! Creo que todos los que nos aventuramos por el mundo del arte, trátese de lo que se trate, nos enfrentamos a una montaña de situaciones que bien nos pueden catapultar al estrellato o sepultar en el anonimato y, como una consecuencia, de lo uno o de lo otro, en una situación sicológica que nos puede llevar a la angustia, a la locura y hasta la muerte. Se goza o se sufre en el ejercicio de hacer cultura pero, quizá, una de las cosas que más me asquea es el papel de las editoriales que sólo tienen espacio para los estrellas, los ya conocidos, con las cuales se asegura prestigio y mucho dinero. Los que no somos conocidos tenemos que irnos lanza en ristre, como el Quijote, contra los imposibles, en una suerte de lucha contra la barbarie del capital. Mucho se ha hablado de los grandes genios del arte y su locura, no sólo la locura entendida como genialidad, sino esa entendida como el desbalance sicológico de un individuo, por ejemplo, Vincent Van Gogh, quién, en su época, fue poco entendido y que, su obra no le dio para vivir dignamente, ni siquiera las autoridades de Arles en Francia apreciaron "La casa amarilla" que bien pudo ser conservada y convertida en el Museo de Vincent...La locura del artista, genio y victima, parece ser una constante irreversible que parece irse acentuando en la medida que su obra no interese como arte y sí más bien como parte del mercado.
      Gracias mi querida amiga y Escritora por tus aportes a Contrastes que yo aprecio sinceramente.
      Recibe un fuerte abrazo.

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  2. Este texto es especialmente abrumador, sensible y profundo. ¿Quién sería capaz de soportar o vivir lo que describes sino un poeta? Un fuerte abrazo...

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  3. Querido amigo y poeta: yo sé que un hombre como tú jamás plegará sus alas, aunque sea para huir del viento. Por eso te admiro y sigo de cerca tu obra. Un fuerte abrazo.

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    1. Fernando:

      Siempre he sido un hombre de batallas para superar obstáculos y, por ahora, no pienso plegar mis alas.
      Gracias querido amigo por leerme.
      Un abrazo enorme.

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  4. Bello y desolador relato, y muy aleccionador. No es buena la soledad no deseada, pero a veces la soledad ayuda a saber que es lo que en realidad quieres, a conocerte y a valorar te también......es la reflexión del alma, basta a veces un solo momento de esa soledad al poeta, para, hartos de belleza, encontrar el puente, el río y el pinar desierto.

    Hermoso post poeta.

    Besos y un gran abrazo..

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    1. Lore:

      La soledad tiene, como tú bien lo afirmas, su lado positivo pero, en el caso del personaje del relato, su soledad fue el resultado de otras causas que dejo para el análisis de mis lectores.
      Te agradezco mucho tus aportes a Contrastes que son siempre bien recibidos.
      Un abrazo.

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  5. Que no silencie sus versos el poeta, sí así sucediese se acabaría la belleza.
    Abrazos.

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    1. Alicia:

      Es más o menos como cantara Horacio Guarany alguna vez: "Si se calla el cantor calla la vida..."
      Qué gusto de verte en Contrastes.

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  6. Me quedo sin palabras y sin saber que comentar, ya que semejante texto y poema sólo están a la altura de los grandes y de gente muy bien preparada, como es tú caso. Es siempre un placer para mí el pasar por tu casa y leer cosas tan maravillosas de un artista y amigo llamado Gustavo Figueroa Velásquez.

    Fuerte abrazo Gustavo.

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    1. Rafa:

      Me emocionas con tu generoso comentario y agradezco sinceramente el tiempo que me brindas para leerme, apreciar lo que hago y comentar mi obra.
      Recibe un fortísimo abrazo.

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  7. Gracias a ti Gustavo, siempre será un honor: Sé feliz.

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  8. ¿Cómo estás, amigo?

    No hay mejor despedida de un ajetreado día de trabajo que dar un paseo por tu bello blog, para poder disfrutar de la paz que transmites a través de tus bellas publicaciones, a la altura de quien como tú, está comprometido en compartir sentimientos.

    Te doy la enhorabuena y sobre todo las gracias, por compartir esos maravillosos momentos a través de tus palabras e imágenes, que en esta difícil etapa de la vida de numerosos de nuestros conciudadanos, pues no todo es malo y así eres capaz de transmitirlo.

    Un fuerte abrazo, y hasta muy pronto…….

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    1. Andrés:

      Mil gracias por venir a Contrastes y dejar tu huella que aprecio mucho.
      Ven cuando quieras que esta es tu casa.
      Saludos.

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