A mi padre, que en paz descance.

 

Queridos amigos de Contrastes, publico esta edición de mi blog como un homenaje póstumo a un hombre que lo fue todo para mi, para mi madre, mis hermanos y toda su familia. El uno de febrero de este año falleció mi amado padre Alvaro Figueroa, después de sufrir, durante varios meses, de un cáncer que, finalmente, nos lo arrancó de nuestro seno familiar. Su partida nos deja un enorme vacío pero, como consuelo, sabemos que mi padre ya no sufre más. Nos quedamos, todos, con el ejemplo y el recuerdo de un gran hombre como hermano, esposo, padre, tío, abuelo y bisabuelo y, como no, como amigo; fue él un excelente ser humano, solidario, lleno de amor y de ternura.

Quiero agradecer públicamente, y, en nombre de toda mi familia, las muestras de afecto, de solidaridad, de acompañamiento que hemos recibido de tantas y tantas personas y que nos ayudan a sobrellevar la pena que nos embarga. Gracias de corazón.

Los heraldos negros (César Vallejo)

Recita: Gustavo Figueroa Velásquez

Mi padre, con mi madre y todos nosotros, los hijos.

Padre mío

 

Padre mío de mirada al vacío,

de pocas palabras,

de sonrisa generosa,

¡Padre mío y de todos, mi padre!

 

Padre mío, tus ojos están cansados,

en tu piel se asoma el paso del tiempo;

me dejaste tu forma de caminar

y tu amor, padre mío, que nunca me faltó.

 

Padre mío de manos solidarias,

tus abrazos son ternura desbordada,

tu palabra un consejo necesario;

eres el trigo para que no me falte el pan.

 

Padre mío, por siempre, padre mío,

mi viejo amado, mi padre necesario,

ayer fuiste mi norte en el camino,

hoy un abrazo que espera mi regreso.

 

Padre mío, padre de todos los minutos,

mi sombra, mi amparo y mi refugio;

padre mío de enorme corazón,

¡mi viejo, mi amigo y compañero!

 

Gustavo Figueroa Velásquez

©

Un instante de mi vida junto a mis padres.

Uno de febrero

 

Hay un uno  de febrero vestido de luto,

de un vacío insondable, insoportable,

de dolor en el alma y lágrimas amargas,

un uno de febrero insolente y despiadado.

Hay un uno de febrero de nubes grises

y de golpes invisibles en el alma lastimada,

de perros aullando en la noche de la parca,

de un adiós sin abrazos, sin palabras.

Hay un uno de febrero tatuado en las entrañas,

de una soga aniquilando vida,

de un látigo sediento de barbarie,

de un adiós brutal y para siempre.

 

Gustavo Figueroa Velásquez

©

Alberto Cortéz . Cuando un amigo se va.